viernes, 23 de marzo de 2007

FEDÓN

FEDÓN.-

La escena inicial del diálogo nos muestra a Glauco, el menor de los discípulos socráticos presente en los solemnes momentos que precedieron a la muerte de Sócrates rodeado de sus discípulos encerrado en prisión, que refiere años después la última charla de Sócrates a sus discípulos antes de la muerte a unos matemáticos pitagóricos.

En relación a esto debe notarse en primer lugar la estrecha conexión entre la situación de un Sócrates que se encuentra esperando la ejecución de la condena a muerte y la idea de la inmortalidad del alma acerca de la que trata el diálogo. Con ello se pretende subrayar el aspecto no sólo especulativo y teórico del tema, sino su vertiente eminentemente práctica, porque un Sócrates enfrentado de un modo inminente a la muerte, no podría estar ni aún queriéndolo para demasiados trucos erísticos, porque la muerte no los acepta.

Por otro lado es de notar que en este diálogo es Sócrates quien va resolviendo los problemas filosóficos que se plantean al determinar la esencia de la idea de alma, lo que sin duda guarda relación no sólo con las habilidades dialécticas de Sócrates, sino también de que la muerte constituye el elemento que poniendo término a la vida, libera al alma para una plena contemplación de las ideas.

En tercer lugar se subraya el alcance esencialista de la filosofía platónica en contraste con las doctrinas pitágoricas, porque las segundas no tienen en cuenta la presencia de las esencias a las que tienden a reducir a una suerte de armonía resultante de la combinación del número.

Y en cuarto lugar se muestra que el alma de Sócrates sigue influyendo a través de la eternidad de las ideas presentes en su discurso y a pesar de la muerte del cuerpo, en los propios pitagóricos que reciben el discurso socrático, años después de ser pronunciado.

Sócrates defiende la inmortalidad del alma a partir de un triple argumento ontológico, epistemológico y gnoseológico.

El argumento ontológico parte de la relación esencial entre los contrarios que supone en el plano existencial la presencia de uno a partir de la exclusión del otro y la generación de uno a partir de la destrucción de otro. De este modo la vida y la muerte se generarían y destruirían la una a partir de la otra.

El argumento epistemológico pone de manifiesto que el hombre es capaz de aprender las ideas porque de un modo innato se encuentran en su alma, lo que lleva a la afinidad del alma con las ideas y a la preexistencia del alma al nacimiento.

El argumento gnoseológico establece las correspondencias entre las imágenes y el cuerpo, y entre las ideas y el alma; de tal modo que se conciben las primeras como corruptibles y perecederas, y las segundas como incorruptibles, imperecederas y eternas.

La intervención de Simias en el diálogo introduce la doctrina pitagórica del alma como armonía numérica del resto de elementos del cuerpo. La réplica socrática consiste en diferenciar esencialmente como sustancias distintas el alma y el cuerpo, y para ello recurre a los argumentos epistemológicos y gnoseológicos expuestos.
En este punto interviene Cebes para afirmar que tales argumentos únicamente acreditan la preexistencia del alma, pero no la inmortalidad, y Sócrates recurre entonces al argumento de la generación de los contrarios a partir de su destrucción. Y afirma que toda esencia compuesta de una multiplicidad de elementos contrarios tiene una parte que se mantiene constante y que no se genera ni se destruye. Así en la esencia de la eternidad de la que participa la vida como ser y la muerte como contrario de la vida que consiste en el no-ser de ésta, hay una sustancia que participa de la esencia, que carece de contrario, y en la que confluyen esencia y existencia que es la inmortalidad que se refiere al alma porque no se puede referir al cuerpo.

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