viernes, 23 de marzo de 2007

PARMÉNIDES

PARMÉNIDES.-

El Parménides es un diálogo de ontología, si bien la presentación que hace Platón del contenido del diálogo parece indicar una concepción inmanente al mundo de la ontología en la filosofía platónica, o dicho de otro modo, que las ideas no serían entidades trascendentales al ser ontológico mundano, sino que serían el mismo ser mundano. Habría que descartar una interpretación neoplatónica cristianizada de Platón y habría que negar la dualidad ontológica en el platonismo.

En la presentación el contenido de la discusión ontológica entre Parménides y Zenón de un lado y Sócrates de otro, se refiere lejanamente a través de múltiples vericuetos y rodeos, simulando los quiebros del método dialéctico del que se hablará y hará uso a lo largo del diálogo. Luego, los aspectos de la unidad y pluralidad política parece que tienen referentes histórico-políticos a través de los personajes intervinientes y su procedencia y origen, que parece ponerles en relación con los grandes conflictos entre los estados griegos: Tebas, Atenas y aliados forzosos, y Esparta, con el oro Persa actuando en la sombra para mantener plural y fraccionada una potencial unidad de los estados griegos que podría volverse contra el persa, como de hecho ocurrió con la unificación de Filipo de Macedonia.

El problema de la unidad y la pluralidad de las apariencias y de las esencias sería por tanto una cuestión no sólo ontológica sino práctica, por ser inmanente a los procesos mundanos en general, y en particular a la propia firmeza y dinámica de los estados.

El diálogo plantea en primer lugar la cuestión de las relaciones entre la unidad y la pluralidad del ser con la esencia y la apariencia. De este modo se establece que toda unidad está participada de una pluralidad de formas o apariencias que la integran. El problema es la concepción que se puede hacer de la participación.

En primer lugar cabría entender que la esencia se diluye en las formas participadas, de tal modo que todas las formas que integran la unidad serían idénticas entre sí, de tal modo que la esencia se vería dispersada en dicha pluralidad y la unidad sería aparente.

En segundo lugar cabría entender que la esencia se encuentra tanto en la forma de la unidad integrante de las formas plurales como en la formas de las partes, en este caso tanto la unidad como las partes integrantes de la unidad tendrían una forma idéntica, razón por la que a su vez participarían de una forma común que habría que situar en otra unidad, y así sucesivamente hasta el infinito.

Como tercera alternativa cabría afirmar que la forma de la esencia sólo se encuentra en la forma de la unidad, sin que esté presente en las formas plurales integrantes. Es la concepción de las formas separadas, que se enfrenta al problema gnoseológica de que las ciencias relativas a dichas formas deberían ser separadas, y por tanto no humanas, sino divinas. Es una concepción dualista, propia del neoplatonismo, pero que en Platón se presenta con alcance aporético.

La cuestión de la relación entre la esencia de la unidad y la apariencia de la multiplicidad de las formas se resuelve de un modo dialéctico, porque la dialéctica no será un método gnoseológico externo a la ontología, sino que además de método será la forma externa y objetiva misma de relación entre la pluralidad de las partes participadas por la esencia y la esencia misma.

Y se describe como la dialéctica avanza desde una tesis inicial que se confronta con una antítesis interna más específica, hacia nuevas determinaciones internas en el sentido de una profundización de la tesis inicial hacia contenidos más específicos. Y también cuando se confronta con una antítesis externa que se dirige hacia su contenido oponiéndose, avanza hacia nuevas síntesis cuyo alcance resulta ya del contenido de la tesis modulado por la antítesis.

Y una vez que se expone la mecánica de la dialéctica, se procede a mostrar como a través de ella se desenvuelven las relaciones entre la esencia de la unidad y la forma de las pluralidades participadas por la esencia de la unidad. La unidad por lo tanto tiene una parte intencional relativa a su esencia y que resulta rodeada por otros unidades cuya esencia se le opone (ambas pueden hacia adelante constituir una unidad superior a distinta escala esencial), y una parte extensional relativa a la pluralidad de formas que la integran (se puede tomar una de estas formas como contradictorias con la esencia de la unidad, lo que la quiebra y la hace avanzar en el sentido de una mayor profundidad de sus determinaciones). Así las relaciones entre la unidad y sus partes pueden concebirse de diferentes modos en función de la esencia.

El primer caso es el de una unidad completamente simple que carezca de partes y de extensión, que sea sólo esencia e intensión. Es el acto puro aristotélico o la idea de bien en Platón.

El segundo caso es el de una unidad que carezca de intensión y de esencia, que sea una pluralidad confusa de contenido puramente extensional, es el caso de la materia prima aristotélica.

El tercer caso es el de una unidad cuya intensión se encuentre reducida a sus partes extensionales en las que la esencia se encontrará dada ya en cada una de ellas. Es el caso de las totalidades distributivas como un conjunto de manzanas. Se trata de una unidad matemática, numérica.
El cuarto caso es el de una unidad en la que la parte intensional se encuentre en la esencia de la unidad como resultado distinto y no reducible al ser extensional de cada una de sus partes. Dicha esencia se podrá desarrollar en cuanto a la génesis a partir del movimiento dialéctico externo del contenido esencial e intensional de sus partes extensionales consideradas a esta escala genética como unidades autónomas que confrontan sus contenidos intencionales, para resultar la esencia de la totalidad integrante. Desde el punto de vista lógico el orden es el inverso, y lo primero es la esencia de la unidad resultante final.

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