miércoles, 28 de marzo de 2007

POLÍTICO

POLÍTICO.-

Este diálogo finaliza y culmina la terna constituida por el Parménides, el Teeteto y el Sofista. Los personajes intervinientes son nuevamente y al igual que en el sofista, Teeteto, Teodoro, el extranjero, Sócrates y su homónimo el joven Sócrates. La presencia del joven Sócrates y las analogías que presenta tanto en el nombre como en los rasgos físicos con Sócrates, no obstante la diferencia de personas, si se tiene en cuenta que Sócrates en los diálogos platónicos representa la filosofía, puede tener que ver con el establecimiento de analogías y relaciones aparentes y esenciales entre la filosofía de un lado, y la sofística y la política de otro.

Los aspectos filosóficos del diálogo comienzan con el planteamiento de la identidad esencial del político y de la política como saber. Para ello se considera la política como una técnica social, y se trata de determinar su campo extensional a partir de una sucesión de divisiones y subdivisiones de campos genéricos en campos cada vez más específicos que conduzcan al ámbito particularmente político.

Platón prosigue con la exposición del mito de las edades de Zeus y de Cronos, que justifica en forma mitológica la necesidad del gobierno de las sociedades humanas para hacer frente a las contingencias y necesidades individuales y colectivas que se desarrollan en dichas sociedades. Frente a la era de orden humano se sucede la era de desorden, de tal modo que los hombres precisan de una técnica para organizarse colectivamente y no sucumbir en el caos, que es precisamente la política. Esta era del orden que no precisaría de la política, tiene antecedentes no mitológicos en el orden natural etológico de las bandas de homínidos cazadores y recolectores del paleolítico. La era del orden político que presupone una situación de desorden relativa sobre la que se debe operar y se opera, es la era de la sociedad estatal.

Platón prosigue tras el mito con un discurso de tipo racional que abordará las cuestiones ya expuestas en modo mitológico. Se plantea cual es la naturaleza esencial del político y de la política como técnica de gobierno. En primer lugar se determina que el político es en cualquier caso un hombre más, igual a sus conciudadanos en cuanto hombre y sujeto a las leyes del estado en la medida en que se encuentren vigentes y no sean derogadas por el propio político. Por tanto el gobierno no será en ningún caso la voluntad arbitraria del político sino su razón legisladora. De este modo las relaciones entre los hombres en el ámbito de la ciudad serán simétricas y circulares, mientras que las relaciones entre los hombres y el estado serán angulares, y por consiguiente los ciudadanos estarán sometidos a la ley como expresión de la objetividad y la justicia.

Por tanto la política se determina como la técnica orientada a la producción de la justicia y la virtud en el estado, y para ello puede adoptar tres formas distintas: monarquía, aristocracia y democracia, atendiendo a la pluralidad o a la unidad de los gobernantes o a la mayor concentración o dispersión del poder político. Cuando los actos políticos sólo lo son en apariencia, se determina el no ser de la política como falsa legislación y como falsa opinión. Son los actos de la sofística al servicio de la subjetividad de los gobernantes, y en perjuicio de la justicia y de la virtud en la ciudad. La sofística ignora el ser de las cosas, pero no ignora su propia impotencia para el ser, ni su capacidad para generar apariencias de ser, y la pondrá al servicio de la subjetividad de los gobernantes. De este modo la monarquía se convierte en tiranía, la aristocracia en oligarquía, y la democracia en demagogia; y ello sin perjuicio de que las causas que explican el tránsito de unas formas a otras sean más complejas que la presencia de la sofística en sustitución de la política respecto de la generación de las leyes, tal y como expone en La República.
Platón expone hasta este momento las formas de organizarse el poder político, la finalidad del mismo pero no ha expuesto la forma misma en que se producen la justicia y la virtud en la ciudad como consecuencia de la legislación y la política. Para ello la legislación habrá de estar orientada a moldear las conductas ciudadanas hacia la virtud, y concretamente hace referencia a dos de las partes de la virtud la prudencia y la valentía que habrán de estar presentes en los ciudadanos a través de la ley. Del mismo modo los gobernantes deben elegir a aquellos que deben gobernar y hacer las leyes procurando su formación más excelente para que en su momento sean capaces de establecer leyes justas para la ciudad. Platón parte en todo momento de la base de que la ley justa es opinión verdadera, y por tanto en la ley no se encuentra incorporada explícitamente la ciencia del político que sería la auténtica fuente epistémica de la justicia política. Así la ley será un instrumento necesario –por la ignorancia política estructural de la mayoría de los ciudadanos en el estado- para que el político pueda prescribir con alcance general al resto de ciudadanos las conductas precisas para el establecimiento de la justicia, de tal modo que la justicia plena nunca llegaría a alcanzarse porque las determinaciones de la ley serían en cualquier caso más genéricas que las contingencias mundanas que habrían de ser ordenadas a través de la justicia.

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