viernes, 23 de marzo de 2007

TEETETO

TEETETO.-

El diálogo también está relatado retrospectivamente por el sofista megárico Euclides, años después de que la conversación entre Sócrates, Teeteto y Teodoro hubiera tenido lugar. Euclides, simbolizando el carácter no dialéctico de la doctrina megárica que no tiene en cuenta el ser del no ser, es incapaz de participar en el diálogo sobre el saber dialéctico, por ello sólo lo refiere de memoria, y su saber alcanza allá hasta donde alcanza su memoria y concluye el diálogo, es por tanto incapaz de ir más allá del final aporético.

En cambio Teeteto que es un geómetra participa activamente desde el principio del diálogo junto con Sócrates en la determinación de la idea de saber, de tal modo que se muestra la analogía que media entre el método geométrico y la dialéctica tal y como afirma la inscripción de la puerta a la entrada de la Academia. Teodoro, funciona como avalista de la doctrina de Protágoras sobre el saber.

Teodoro comienza afirmando que el saber es mera percepción individual de los hombres, y que se produce por el efecto del encuentro de las cosas entre sí y de la percepción humana de éstas.

La primera objeción es que de ser esto cierto y en la medida en que ni las bestias ni los dioses carecen de percepción tanto valdría el saber humano como el de las bestias como el de los dioses.

La segunda objeción ad hominem consiste en reducir a mera percepción relativista la propia afirmación de que el saber es percepción.

Teodoro modifica la tesis en vista de que el saber humano, el de las bestias y el de los dioses es distinto, y manifiesta entonces que el saber es la opinión verdadera que se forma en el alma a partir de las impresiones empíricas. De este modo se da cuenta de la diferencia del saber de los animales y de los hombres, porque las diferencias se encontrarían en las clases de alma.

El problema de la opinión verdadera es que precisa necesariamente de la opinión falsa. Se examina el problema de la opinión falsa. Estamos ante el problema del ser y del ser del no ser. Sobre la opinión falsa se dice que el error requiere o bien que lo que previamente se conoce se confunda, y no se comprende el modo en que se puede desconocer –confundir- lo que se conoce; o bien que se conozca lo desconocido y no se comprende de que modo se puede conocer lo que se desconoce.

Estos problemas surgen de que no se tiene en cuenta el ser del no ser, no se tienen en cuenta la diferencia, el cambio y la estructura dialéctica del ser. Estas mismas cuestiones acerca de la imposibilidad aparente del juicio falso se pusieron de manifiesto en las técnicas erísticas de los sofistas en el Eutidemo. Se explicarán con detalle estos problemas en el Sofista.

La opinión verdadera también presenta el problema de su génesis y procedencia. En primer lugar se pretende fundamentar la opinión verdadera en la intuición que se produce en el alma a partir de las impresiones percibidas. El problema es que se nivelan todas las opiniones humanas, porque todos los humanos están provistos de intuición, y la experiencia demuestra que las diferencias de juicio existen. En segundo lugar con un carácter analítico se pretende fundamentar la opinión verdadera en la veracidad de las partes que la componen. El problema es el relativo al fundamento de la verdad de las partes mínimas de la opinión de que se trate. En tercer lugar se hace valer la veracidad de la opinión verdadera en su esencia, pero se desconoce como se determina ésta.
El final del diálogo es aporético, pero es fácil concluir que la verdad de la opinión sólo se puede determinar si se continúan los desarrollos dialécticos objetivos que conducen a la determinación de la idea. Desde este punto retrospectivamente quedarán determinados -ya en el mismo proceso dialéctico- la opinión verdadera como ser y la opinión falsa como ser del no ser, como diferencia, como lo contrario del ser.

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